domingo, 29 de mayo de 2011

Parada


Ludovido Einaudi - Primavera: http://www.youtube.com/watch?v=IYCL8ONwH5M

Reparé en aquel chico de sudadera Vespa y unos cascos enormes que le servían a su vez de orejeras. Pelo enrizado, talla delgada y nuez sobresaliente. Con una actitud de ser el único digno de esperar en la parada con las manos metidas en los bolsillos, y un gesto insípido, seguramente en consonancia a la música de sus cascos.
Levantó su mano cuando vio acercarse su autobús.
De repente alguien corrió detrás para subirse al mismo, y sin darse cuenta chocó torpemente con él, disculpándose al segundo.
El chico de la sudadera Vespa resopló.
No le bastaba con haber estado esperando un buen rato en el frío sino que ahora tenía que soportar que alguien le explotara la burbuja de su espacio vital.
Y entonces fue cuando lo vi.
Aquel otro chico despistado se sentó enfrente mía. Preso de la prisa, escogió el primer sitio libre que encontró. Sus movimientos eran diferentes, agarraba las barras del autobús fuertemente. Encogí mis rodillas con el afán de ayudarle a recolocarse en su asiento, y fue cuando me paré a observarle fijamente.



Tenía los ojos celestes, claros, limpios y grandes. Me eclipsé y sentí vergüenza de pensar que podía ser descubierta por su portador. Era la mirada más bella y la vez más triste que jamás había visto. Me invadió su pena y mi mirada debió disfrazarse de la suya.
Yo le miraba a él y él no miraba a nada.
Entonces fue cuando comprendí que eso ojos nunca se habían visto.
Que no podían comprender su belleza ni la del mundo que le rodeaba,
y así fue como comencé a mirar por él.

Imagen: Rumbo181

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