jueves, 24 de marzo de 2011

Amor líquido

Últimamente (y no tan últimamente) no paro de darle vueltas a los tipos de relaciones que se tienen hoy en día en esta sociedad de consumo, entonces fue cuando oí hablar del término "Amor Líquido" del sociólogo Zygmunt Bauman que analiza la relación directa entre la sociedad de consumo y las relaciones personales, y dice que, hoy en día, las personas se ven más que como personas como bienes de consumo, siendo valoradas a partir del placer que puedan otorgar. Una sentencia dura, mas (a mi buen ver) real. Se prefieren las relaciones superficiales, líquidas, que proporcionan placeres efímeros, bien en forma de sexo o de unas risas después de comer a relaciones más estables, más profundas, relaciones que pueden proporcionar los mayores éxtasis de felicidad, mas también momentos de tristeza y preocupación. Y, como bienes de consumo que somos las personas (me incluyo en el bote) no hay ningún problema en cogernos y tirarnos a la basura cuando ya no funcionamos. Viéndolo de una manera simplista, soy una mopa. Sirvo (tanto yo como cualquiera) para limpiar el polvo que se asoma por entre las rendijas de las estanterías, pero para poco más. Cuando ya estoy demasiado sucia, se me tira. Y, desde luego, nadie se preocupa por limpiar mi superficie, pero tampoco su propia profundidad. Porque esas estanterías siguen teniendo polvo, aunque ese polvo no se vea. O en otro caso ser una tele, que te encanta ver y te entretiene muchísimo, a veces (sobre todo los domingos por la tarde) la programación puede resultar aburrida, pero luego tiene sus momentos de audiencia máxima y programas de éxito, vaya, como todas las teles y aunque funcione a las mil maravillas, ahora sale un nuevo modelo...más plano, con LCD y cable HDMI y te lo acabas comprando, porque te dicen que es lo mejor aunque tu antiguo televisor te funciones como antes.
Consumistas...es lo que somos.

martes, 8 de marzo de 2011

Amarillo


Hoy la luna menguada se ríe de mí,
rachas de suerte mullidas,
ladridos de perro sordo,
oídos disecados.
Fachadas que maravillan
colores verdosos, naranja y amarillo
y que no puedes apartar la vista de ellos,
quisieras instalarte en sus entrañas para siempre.
Aunque la casa esté en construcción,
hubieras podido
doblar rejas de acero, protegiendo así el paso de bohemios pendencieros,
hacer crecer una flor en el asfalto,
hablar el idioma de los felinos callejeros,
amueblarla con delicadas caricias
y calentarla con los huesos calados
hasta convertir el humo de cigarro en notas dulces que inviten el despertar.
La impaciencia se ríe de ti
cuando te ve sentado en una silla de mimbre,
en el umbral, flaco y despeinado, esperando,
durante las cuatro estaciones,
día y noche.
Pajas tristes e historias de sapos y culebras,
que al contarlas repetidas veces mejoran su color.
Me siento triste por ti.
Injusto y cruel castigo el olvido
por haber arriesgado tanto a cruzar la línea
que separa los que envidian sentir de los que sienten.
Los ceros no son nada sin el uno,
las ilusiones no fueron más que un amigo traicionero,
la rabia nunca se agota
y entender se vuelve una palabra torcida y retorcida.
Los consejos te chillan que necesitas tiempo
pero las agujas de todos tus relojes se pararon marcando la hora del desdén.



Buen amigo, oreja y hombro te cedo, pues mucho más no tengo para restaurar la pequeña puerta arañada y astillada de la que conservas la llave que todos quieren y temen.