martes, 8 de marzo de 2011

Amarillo


Hoy la luna menguada se ríe de mí,
rachas de suerte mullidas,
ladridos de perro sordo,
oídos disecados.
Fachadas que maravillan
colores verdosos, naranja y amarillo
y que no puedes apartar la vista de ellos,
quisieras instalarte en sus entrañas para siempre.
Aunque la casa esté en construcción,
hubieras podido
doblar rejas de acero, protegiendo así el paso de bohemios pendencieros,
hacer crecer una flor en el asfalto,
hablar el idioma de los felinos callejeros,
amueblarla con delicadas caricias
y calentarla con los huesos calados
hasta convertir el humo de cigarro en notas dulces que inviten el despertar.
La impaciencia se ríe de ti
cuando te ve sentado en una silla de mimbre,
en el umbral, flaco y despeinado, esperando,
durante las cuatro estaciones,
día y noche.
Pajas tristes e historias de sapos y culebras,
que al contarlas repetidas veces mejoran su color.
Me siento triste por ti.
Injusto y cruel castigo el olvido
por haber arriesgado tanto a cruzar la línea
que separa los que envidian sentir de los que sienten.
Los ceros no son nada sin el uno,
las ilusiones no fueron más que un amigo traicionero,
la rabia nunca se agota
y entender se vuelve una palabra torcida y retorcida.
Los consejos te chillan que necesitas tiempo
pero las agujas de todos tus relojes se pararon marcando la hora del desdén.



Buen amigo, oreja y hombro te cedo, pues mucho más no tengo para restaurar la pequeña puerta arañada y astillada de la que conservas la llave que todos quieren y temen.




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